domingo, 9 de noviembre de 2008

TRASCENDIENDO DIVISIONES

Por Angélica

Una planta, cuando brota la semilla, trae consigo, predefinido, el aspecto básico que mostrará. Sin embargo, al nacer, el hombre tiene delante de sí innumerables caminos, pudiendo presentar las más variadas características y normalmente no percibe que también existe un camino directo que lo puede llevar a su verdadero destino. A diferencia de la planta, que no tiene libre albedrío, el hombre es capaz de elegir, y es necesario que esté maduro para realizar la elección correcta que lo llevará a ese destino. Su alma y su espíritu conocen ese destino y se lo revelan a la conciencia externa a medida que la persona abandona las tendencias egocéntricas. La ligazón con esos núcleos profundos es lo que le permite convertirse en aquello para lo cual fue creada.

En la historia de los pueblos, la religión siempre tuvo la misión de colaborar en la construcción de un puente entre la conciencia externa y los núcleos internos del hombre. Pero se ve que la religión, como estructura formal, con frecuencia dejó de cumplir ese papel; la Jerarquía Espiritual hizo algunos intentos para suplir esa falta, como la creación de la ciencia de la psicología, pero, al manifestarse en el mundo material, hasta cierto punto también fallaron, por no haberse dedicado con decisión al nudo de la crisis del hombre.

Los medios tradicionales son cada vez más inadecuados para tratar con estas situaciones, lo cual pone en evidencia que nuevas perspectivas de vida están por surgir. En realidad en el interior de una parte de la humanidad hoy se están procesando profundos cambios; son el resultado de diversos factores, entre ellos la implantación, a cargo de la Jerarquía Espiritual, de un nuevo código genético en los cuerpos sutiles del ser humano. Conocer este hecho puede traer un poco de luz acerca de los rumbos que el futuro guarda para la humanidad.

El nuevo código genético dota al hombre de un sentido de totalidad y le permite percibir su verdadero lugar dentro de ella. Le permite dejar de seguir su propia voluntad y ser la expresión justa de lo que es necesario para que todo un conjunto de vidas pueda llegar a realizar sus mejores propósitos. El nuevo cógido genético disuelve, por lo tanto, uno de los más arraigados obstáculos para la convivencia fraterna: la separatividad.

Incluso los buscadores de la vida espiritual tienen una cierta tendencia a pensar que por haberse adherido a esa búsqueda se volvieron mejores que sus hermanos, que aún se encuentran envueltos en las ilusiones materiales. Son pocos los que no degradan las propias acciones benéficas, pues se enorgullecen de practicarlas, pensando que por medio de ellas se diferencian de los demás.

Cuando el nuevo código genético se instala y se desarrolla, el amor universal se convierte en la principal fuente que nutre la existencia del ser humano. Ver el mundo con pureza de corazón se convierte, entonces, en una necesidad tan aguda, que toda acción enraizada en el egoísmo oprime inmediatamente a la propia persona que la realiza y le muestra la necesidad de comportamientos más armoniosos. Así, en los tiempos actuales, etapa de tantas contradicciones y desencuentros, de todas las direcciones llega, hasta quienes lo quieren recibir, un potente estímulo para la unión y la paz.


Fuente: Boletín SEÑALES # 2/96 de Figueira

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