Con la Teoría del Vórtice, al propugnarse la idea de que las partículas no sólo son un punto, sino líneas unidimensionales insertas en rizos energéticos que adquieren diferentes conformaciones, el problema matemáticamente se soslaya, cuando se considera a los bucles o rizos como partículas elementales.
Si aceptamos con una buena disposición científica los avances teóricos, entonces, no cabe duda que en dicha teoría se presenta implícita la deseada unificación. Lo que se propugna es que un objeto unidimensional, parecido a un vórtice, puede adquirir diferentes conformaciones y estructuras geométricas. Es un fenómeno semejante al que ocurre cuando se aplica un punteo en las cuerdas de una guitarra. Se dan variados sonidos con la vibración de las cuerdas. Los tonos diferentes que produce la vibración de esa cuerda son la analogía de distintos objetos. En esa misma forma, existe un vórtice fundamental que, en distintas vibraciones, puede ser detectado en condiciones de baja energía y grandes distancias. Una vibración es un quark; otra distinta es un fotón; la partícula de la luz vibra agudo y se observa como un electrón; hace otra vibración y aparece un gravitón, la partícula que daría origen a la fuerza gravitatoria. Las distintas vibraciones se producen en un mismo objeto. Es la unificación de todo, de las partículas, de la interacción, de partículas que manejan interacción, son todas vibraciones de la misma cuerda.
Pero, entonces ¿cuál sería la partícula fundamental dentro de la concepción de la Teoría del Vórtice? En el tiempo siempre se han dado cambios fundamentales en esta materia. Consideramos a los átomos como los ladrillos fundamentales de la construcción de la naturaleza; se pensó en los protones como fundamentales, luego los quarks. En esta teoría ellos siguen siendo ladrillos fundamentales en la construcción del edificio, pero son las consecuencias diferentes de la vibración del vórtice, pasando éste a ser también fundamental. Un vórtice, en cierto sentido, corresponde a un número infinito de partículas elementales, debido a que cada una de ellas comportan la facultad de poder vibrar en una multiplicidad de maneras. Es el distinto «tono» de las vibraciones el determinante que sugiere las propiedades de las partículas elementales. Según los físicos esta teoría viene a ser la simplificació n natural o el mejoramiento de nuestra teoría clásica de partículas. En la actualidad, la capacidad de observación de partículas está limitada sólo para aquellas que se dan a bajas energías, ya que para las partículas masivas se requieren aceleradores de una magnitud que hoy no se cuenta y tampoco son visualizables en un futuro relativamente cercano. Ello es lo que hace atractivo el vórtice energético. Con las vibraciones de un solo vórtice, no sólo se dan partículas elementales como quarks, leptones, fotones, gluones, et., sino que habría que agregarle un número infinito. La teoría del vórtice sería la remplazante natural de la actual estructura teórica focalizada al conocimiento de la materia.
3ª parte
El vórtice de energía prescinde por completo de lo material. Y complementa el aporte de Einstein al indicarnos que la materia es energía pura con la fachada de lo material. El vórtice explica todas las supuestas propiedades de lo material. El requisito de que haya una sustancia de cualquier tipo, como sostén del mundo físico, desaparece de un plumazo.
La materia aparece así, como una fachada de lo real. Solemos emplear la expresión “tan sólido como una roca”, pero nuestros sentidos nos engañan. Aunque son bien reales, las rocas distan mucho de constituir, efectivamente, entidades sólidas. La materia es, ante todo, un espacio vacío con unas cuantas partículas zumbando entre sus limites. Y si tales partículas no son sino un movimiento en vórtice, pareciera que la materia es, a fin de cuentas, puro movimiento.
El vórtice viene a unificar el enfoque de los místicos y los científicos. Los místicos han sostenido siempre que el universo carece de sustancia. Varios siglos antes de Kelvin, Sidartha, el Buda, describió las variadas formas de la materia como remolinos en mitad de un arroyo, Los filósofos yoguis entendieron bien que la materia no es sino un vórtice de energía. Durante miles de años se ha enseñado en oriente que el mundo es una ilusión: la ilusión de “maya”. El vórtice nos muestra claramente como se crea esa ilusión.
La clave de lo sobrenatural.
A mucha gente le resulta en extremo difícil aceptar lo sobrenatural y paranormal. Se enfrentan a tales episodios con suspicacia y abierto escepticismo. Examinan a fondo, y cuestionan, los testimonios existentes, refutando hasta la menor evidencia disponible. Algunos explican los recuerdos de una anterior como una forma de percepción extrasensorial. Otros reducen el fenómeno de la PES en sí a una simple coincidencia. Las apariciones se consideran meras fantasías y las curas milagrosas, fruto de la imaginación. Todo lo que reviste un carácter mágico queda reducido a lo mundano.
Pero... ¿qué es exactamente lo sobrenatural? ¿El producto de la imaginación febril? ¿Nada más que superstición y avidez de pensamiento? ¿o será algo real?
La clave está en el vórtice. El vórtice nos conduce a una explicación coherente de lo sobrenatural, lo paranormal y lo Psíquico. Y permite explicar de modo expedito y muy sencillo muchas experiencias que de otro modo resultan extrañas y enigmáticas. El vórtice nos brinda, en suma, un marco de referencia para asumir que lo aparentemente sobrenatural es una realidad.
La clave está en comprender que nuestro universo no es sino pura energía. La energía es la realidad primaria, el fundamento de todo cuanto hay en el universo, desde el minúsculo átomo hasta la inmensidad de la galaxia.
Pero, ¿será que el universo sensible es la única realidad posible? Si la materia y la luz -sus elementos componentes- son solo dos formas de energía, ¿puede haber otra modalidad energética, de carácter intangible?
Einstein fue el primero que estableció la relación entre la materia y la energía. Su famosa ecuación E=MC2 demuestra que la materia (M) es equivalente a la energía (E), el vórtice llega aún más lejos: nos demuestra la forma precisa de la energía dentro de la materia. Una partícula de materia es una bola giratoria de energía, un vórtice esférico en movimiento.
La luz es una forma distinta de energía, pero es obvio, a partir de la ecuación de Einstein, que la materia y la luz comparten un mismo dinamismo. En E=MC2, es C la velocidad de la luz, lo que relaciona la materia con la energía.
De todo ello deriva una conclusión mas bien simple, por lo demás evidente: la velocidad de la materia en movimiento puede ser la de la luz. He aquí el único sentido posible de la ecuación einsteniana.
Si en una partícula de materia el movimiento en vórtice ocurre a la velocidad de la luz, podemos representarnos esa partícula como una espiral a la velocidad de la luz.
Pero, ¿será que el vórtice está siempre restringido a la velocidad de la luz? ¿o puede su movimiento intrínseco ser incluso más veloz? Hemos establecido una ecuación entre la energía y el movimiento. ¿Está todo el movimiento constreñido a la velocidad de la luz?
La ciencia ha arribado a la conclusión de que nada puede moverse a una velocidad mayor que la de la luz, una regla aplicada a todas las formas de energía: incluidas las partículas de la materia y la luz. Pero, ¿será también aplicable al movimiento primario a partir del cual surgen la materia y la luz en sí?
He aquí la pregunta clave. Todo se reduce a determinar que es la energía. Los físicos actuales no se preocupan por definir la energía, pero se muestran taxativos al señalar que esta última no puede desplazarse a mayor velocidad que la luz. Ahora bien, si las diversas formas de energía son, por definición, variadas formas del movimiento, quiere decir que el movimiento es más fundamental que la energía misma. ¿por qué tendría que limitarse ese movimiento a velocidades inferiores a la velocidad de la luz?
Si el movimiento pudiera ocurrir a mayor velocidad daría origen a un tipo de energía por completo distinta, al cual podríamos designar como supraenergía.
La energía y la supraenergía serian distintas en sustancia. Podemos describir el movimiento a la velocidad de la luz como la sustancia de la energía dentro del universo físico. Y la esencia de la supraenergía seria el movimiento a una velocidad mayor.
Bien podría ser que la supraenergía se comportara igual que la energía. Por ejemplo, podría haber vórtices de supraenergía, análogos a las partículas de que esta hecha la materia. Y ondas de suprenergía, análogas a la luz. Juntos darían lugar a una realidad suprafísica, a un suprauniverso.
Los objetos hechos de suprenergía podrían tener la misma forma de los demás elementos de este mundo, pero su sustancia seria completamente distinta. La materia no interactuaría con ellos. La luz no se reflejaría en ellos. Al no interferir de ningún modo con la materia o la luz, serían absolutamente intangibles e invisibles en el plano físico.
No seria posible percibir tales objetos con ninguno de los cinco sentidos habituales. Su presencia sería difícil o incluso imposible de detectar y sería muy arduo demostrar científicamente su existencia.
Mucha gente se mostraría reacia a aceptar la existencia de tales formas suprafísicas, al no poder captarlas con los sentidos. Con todo, bien podría ser que existan a nuestro alrededor formas de energía mas allá de la luz, y que se muevan sin interferencias a través de nosotros, sin que la mayoría de nosotros tenga conciencia de ellas.
La supraenergía no residiría en nuestro espacio y tiempo, y las formas suprafísicas no podrían formas parte de nuestra realidad habitual.
Serían, por el contrario, muy distintas y bien diferenciadas, lo cual ha quedado suficientemente claro a partir de la teoría de la relatividad.
Para Einstein, la velocidad de la luz era el elemento esencial dentro del universo físico. En su teoría de la relatividad se refirió a ella como “la única constante universal” y demostró que todo en este mundo –incluidos el espacio y el tiempo- están relacionados con dicha velocidad. Al aproximarse a la velocidad de la luz, el espacio y el tiempo comienzan a experimentar una serie de fenómenos extraordinarios. El espacio se escorza y los intervalos de tiempo se hacen mayores. A la velocidad de la luz en sí, el tiempo desaparece en la eternidad y el espacio queda colapsado sobre sí mismo.
La supraenergía en vórtice podría explicar muchos de los fenómenos paranormales de los que se tienen noticias. Una categoría fundamental de tales hechos, explicables a partir del vórtice, son las desapariciones y materializaciones incomprensibles, o sea, objetos que aparecen u desaparecen sin explicación lógica. Las religiones y leyendas están saturadas de historias en las que la que la gente y los objetos se desvanecen misteriosamente.
Cada objeto de nuestro universo consiste en billones de partículas elementales y hemos representado a cada partícula como un vórtice de energía en el que el movimiento esencial ocurre a velocidades inferiores a la de la luz.
Supongamos que este movimiento en vórtice se acelerara. Al sobrepasar la velocidad de la luz, la energía se transformaría de inmediato en supraenergía. Al modificarse en lo sustancial, ese objeto dejaría repentinamente de interactuar con la materia y la luz y se volvería de inmediato invisible e intangible. No se “movería” a ningún sitio, pero dejaría de ser perceptible.
Podríamos describir con propiedad este proceso como transustanciació n, para dar cuenta del cambio sustancial de energía a supraenergía.
A través de la transustanciació n , un objeto cualquiera podría materializarse o desmaterializarse en cualquier momento. La desmaterializació n no es equivalente a su disolución. Un objeto desmaterializado podría ser invisible e intangible, pero no seria menos real que antes. Sencillamente, se habría alterado en lo sustancial para convertirse en un elemento suprafísico.
La velocidad de la luz es el límite del universo físico. Bien podría describirla como la “frontera” de nuestro universo. El fenómeno de la transustanciació n permitiría que un objeto se trasladara a través de esa barrera de la luz al dominio de lo suprafísico. La barrera de la luz sería la línea divisoria entre lo físico y lo suprafísico, que demarcaría lo natural de lo sobrenatural. O sea, si la vibración de cualquier objeto físico superara el límite de la velocidad de la luz, pasaría inmediatamente a otro universo, a un suprauniverso.
Recibido de "Red Nicaraguense de Luz"
Grupo : "La Mano que te Guia"
Ishtar Inana AM
Maria Alejandra Rios
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